lunes, 20 de septiembre de 2010

"Contracorriente": Secreto en la caleta

Conquistar al público es algo de lo que muy pocas películas y directores debutantes pueden ufanarse, sobre todo si repiten la victoria sucesivamente en festivales de cine con temática variada. En este sentido, se puede decir que CONTRACORRIENTE, la ópera prima de Javier Fuentes-León ha cargado con los honores de la audiencia en premiaciones tan disímiles como Sundance (independiente y experimental), Lima (mezquinamente correcta) y el Outfest de Los Ángeles (abiertamente gay), sólo por citar algunas.

¿La razón detrás de este impacto? Una historia simple que no tiene pierde al insertar un tema polémico y muy en boga por estos meses: la relación amorosa entre dos hombres. El argumento ideado por Javier Fuentes-León parte de esta premisa para trasladarnos a una caleta del norte peruano, donde todo el mundo se conoce y en donde el pintor Santiago (Manolo Cardona) y el pescador Miguel (Cristian Mercado) mantienen un romance del que nadie sospecha, porque este último es prácticamente un líder de la comunidad y, además, tiene una esposa (Tatiana Astengo) que está esperando a su primer hijo. Cuando Santiago muere de manera repentina, la situación empezará a complicarse para el pescador por las constantes apariciones del fantasma y por los chismes que poco a poco irán surgiendo entre los habitantes.
Como primer punto a favor, Fuentes-León concibe su historia en tres niveles que se diferencian claramente: personal, comunitario y universal, los cuales -conforme avanza la película- se irán fusionando para convertir el amor prohibido en una acción de aceptación y redención, enmarcado por los rituales domingueros y mortuorios arraigados en el anónimo pueblo costero.
En el plano romántico, CONTRACORRIENTE demuestra sus deficiencias que se deben -en su mayoría- al desempeño de Manolo Cardona y Cristian Mercado. Este último, que lleva a cuestas el peso de toda la película, nunca convence como pescador más allá de su apariencia física y un acento que se torna demasiado impostado.
La parte más interesante de todo este conjunto cae en la concepción del mar, no sólo como el elemento sagrado que da la vida y permite el sustento de toda una comunidad, sino también como el ente que se lleva los pecados que la gente comete en tierra y la reconcilia consigo misma, para volver a iniciar un nuevo ciclo que -en el caso de Miguel- tiene un futuro completamente incierto.


De este modo, CONTRACORRIENTE es el primer paso de Javier Fuentes-León para convertirse, después de Claudia Llosa, en un referente de la nueva era del cine peruano y, viéndolo por este lado, su elección como representante peruana en la próxima edición del Óscar no es gratuita. Pero para la próxima, tendrá que superar el sabor de telenovela resumida en poco más de dos horas.

Mi calificación: 7.1 de 10

sábado, 4 de septiembre de 2010

El maestro y los oportunistas (un homenaje tardío a Armando Robles Godoy)

“No sabía que mi padre era tan querido” Esta frase de la escritora Marcela Robles, la hija del recientemente fallecido cineasta Armando Robles Godoy, esconde una mezcla de alegría y desazón. Alegría por el hecho de saber que el director aún estaba en la mente de algunos, pero desazón por la incertidumbre de no saber quiénes eran esos que –horas antes- preparaban sendos reportajes o ensayaban improvisados discursos de homenaje.

Siendo sincero y a la vez aguafiestas –o “agualutos”, si cabe por ahí el término-, creo que hace dos semanas nadie se acordaba de Armando Robles Godoy aparte de su hija y su familia. Ni siquiera los cinéfilos.

Si no hubiese sido por la noticia del accidente y la urgente donación de sangre para mantenerlo con vida, quizás el nombre del maestro no hubiera ocupado las notas abridoras de las páginas culturales, ni su rostro hubiera aparecido en semblanzas de los noticieros que se ahogan en vísceras o chismes de fulano y mengano, y ni siquiera las entrevistas que le hizo el simpático Marco Aurelio Denegri hubieran multiplicado en un día sus visitas en Youtube.

Porque sólo basta leer los comentarios de los sitios web informativos o preguntarle a cualquier persona en la calle para llegar a la conclusión de que muy pocos sabían quién era Armando Robles Godoy y qué películas había filmado. Joyas de la cinematografía peruana como En la selva no hay estrellas, La muralla verde y Espejismo lo colocaron como pionero en muchos aspectos, pero sobre todo como el iniciador del cine de autor en nuestro país.

Increíble que gente como Alan García haya hecho un alto en sus “labores” para pronunciar un discurso de homenaje póstumo cuando está totalmente demostrado que su gobierno no ha hecho nada por sacar adelante a la industria cinematográfica. Increíble que críticos innombrables que lo miraban con cierto desdén pidan ahora la restauración de su obra. Increíble que en la televisión se hagan reportajes sentimentalones cuando ni siquiera programaron una sola de sus películas en horarios accesibles. Increíble que en la última edición Festival de Lima -que supuestamente está consolidando su prestigio en la zona sur del continente- se le haya dado un homenaje de un minuto sin mostrar imágenes de sus películas y, lo que es peor, en una presentación que parecía haber sido hecha por alguien que conocer por primera vez el Power Point.

Pero no me extraña esa actitud hipócritamente tardía, y es más, apostaría que de aquí a algunos años –si no es el próximo- se esté creando un premio “Armando Robles Godoy” que reconozca la excelencia de los cineastas peruanos, antes de que los giros inesperados que acostumbra dar la parca se los lleven o el olvido los hunda en la miseria.

La muerte no es el fin, pero en este país ingrato es quizás el único camino para que se recuerde a los grandes. Aunque aparezcan los oportunistas de siempre para aprovecharse, colgarse por un momento de la situación y luego borrar el hecho de la memoria. Descanse en paz, maestro.