Hasta ahora dudo que tus ojos hayan sido tan violetas como medio mundo lo afirmaba. Y ahora que ellos se han cerrado, nunca sabré si los que decían aquellos que te conocieron era verdad. Debo confesarte que uno de mis mayores -y lejanos- sueños era sentarme frente a ti, y recordar esa época dorada de Hollywood de la que eras un vivo destello.
Desde hoy ya no estás entre nosotros, y contigo te llevaste a la última diva o, mejor dicho, a una palabra de cuatro letras que le queda demasiado grande al sinfín de actrices del cine actual. Por algo te eligieron para encarnar a la famosa Cleopatra, sin pensar quizás que, décadas más tarde, serías la última integrante de la otra familia real, la del Séptimo Arte.
No importa cuántos escándalos hayas protagonizado a lo largo de tu vida. No importa que hayas recurrido incontables veces al quirófano para borrar las cicatrices del tiempo. No importan tus ocho bodas ni tus siete esposos. El simple hecho de ser Elizabeth Taylor te ponía en el ojo de la tormenta, pero también te hacía inmune a las habladurías y los juicios moralistas de una sociedad que, contradictoriamente, se declaraba admiradora de tu belleza y aplaudía tu presencia cuando ésta se proyectaba sobre el écran de los sueños.
Te has ido, Elizabeth. Duerme y descansa. Una diva, una verdadera estrella, nunca deja de brillar.
Desde hoy ya no estás entre nosotros, y contigo te llevaste a la última diva o, mejor dicho, a una palabra de cuatro letras que le queda demasiado grande al sinfín de actrices del cine actual. Por algo te eligieron para encarnar a la famosa Cleopatra, sin pensar quizás que, décadas más tarde, serías la última integrante de la otra familia real, la del Séptimo Arte.
No importa cuántos escándalos hayas protagonizado a lo largo de tu vida. No importa que hayas recurrido incontables veces al quirófano para borrar las cicatrices del tiempo. No importan tus ocho bodas ni tus siete esposos. El simple hecho de ser Elizabeth Taylor te ponía en el ojo de la tormenta, pero también te hacía inmune a las habladurías y los juicios moralistas de una sociedad que, contradictoriamente, se declaraba admiradora de tu belleza y aplaudía tu presencia cuando ésta se proyectaba sobre el écran de los sueños.
Te has ido, Elizabeth. Duerme y descansa. Una diva, una verdadera estrella, nunca deja de brillar.
Siete películas de "Liz" que no deben perderse:
¿QUIÉN TEME A VIRGINIA WOOLF? (1966), de Mike Nichols
LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC (1958), de Richard Brooks
DE REPENTE, EL ÚLTIMO VERANO (1959), de Joseph L. Mankiewicz
LA MUJER INDOMABLE (1967), de Franco Zeffirelli
UNA MUJER MARCADA (1960), de Daniel Mann
CLEOPATRA (1963), de Joseph L. Mankiewicz
EL ÁRBOL DE LA VIDA (1957), de Edward Dmytryk
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