domingo, 23 de mayo de 2010

Colección de clichés (IV): Zombies

Ahora un capítulo dedicado a los hijos de George A. Romero. ¿El director pensaría alguna vez que sus colegas iban a clonar su fórmula?


Los zombies tienen origen en un experimento fallido
En el mundo real el ejército y las corporaciones meten la pata y ocasionan grandes tragedias. En el cine, las cosas se empeoran a tal punto que la humanidad casi siempre está al borde de la extinción gracias a los experimentos que realizan los militares ansiosos de poder y empresarios codiciosos. El resultado: el derrame "accidental" de algún químico que tiene la capacidad de revivir a los muertos... para que se coman a los vivos.


Los zombies pueden sobrevivir en pedazos

Así sea por su estado de descomposición o porque alguien lo partió en dos, tres o cuatro, un zombie siempre seguirá "vivo" para arrastrarse y conseguir jugosos cerebros o suculenta carne.


Nadie se dará cuenta que alguien fue mordido por un zombie hasta que es demasiado tarde

O, mejor dicho, hasta que empiece a comportarse como un verdadero animal y trate de saciar su hambre con el ser humano más cercano. Obviamente, este "humano convertido en zombie" nunca llega al final de la película.


Un padre/madre sirve de alimento a su hijo zombie

¿Qué puede hacer un padre/madre al ver a su hijo convertido en zombie? Se supone que guarda la esperanza de que regrese a la normalidad y por eso nunca dejará que los demás personajes le toquen un cabello. Sin embargo, los hijos zombies son unos malagradecidos: apenas tengan la oportunidad, se lanzarán al cuello de su víctima y... ustedes ya conocen el resultado.

Los zombies siempre mueren de un balazo en la cabeza

Algún punto débil debían tener, ¿no? En el caso que no tengas revólver, escopeta o metralleta, puedes usar machetes, hachas y cuchillos. Todo sirve. La cuestión es darle a la cabeza, y asunto resuelto.


¿Te perdiste las entregas anteriores? Aquí están:
Colección de clichés (I): Balas y balazos
Colección de clichés (II): Automóviles
Colección de clichés (III): Bombas y explosiones

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