Los creadores de los videojuegos deben tener algún pacto con el diablo. Otra razón lógica no puede existir para que la mayoría de las adaptaciones cinematográficas de esos juegos a los que a veces dedicamos larguísimas horas, sean objeto de decepción cuando llegan a la cartelera.
En este sentido, el promocionadísimo salto a la pantalla de El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo se salva de pertenecer a esa mayoría de videojuegos mal adaptados: si bien no es un esperpento tan odioso y de ingrata recordación como Street Fighter, no logra salir de la mediocridad en la que se ahoga, por ejemplo, la saga de Resident Evil.
La historia que nos trae Mike Newell se puede resumir de la siguiente manera. Dastan es un huérfano que el rey de Persia adopta cuando es testigo de un acto noble y valiente. De esa manera, el simple muchacho de las calles adquiere el título de "príncipe", aunque no tendrá las posibilidades de heredar el trono puesto que el rey tiene dos hijos de su propia sangre y un hermano manipulador. Años después, el ejército persa invadirá la ciudad sagrada de Alamut y tomará como prisionera a la princesa Tamina, quien aceptará casarse con el heredero del trono para rescatar una daga mística. Sin embargo, cuando el rey muere en un extraño incidente, Dastan será señalado como el culpable y, junto con Tamina, huirá del reino persa para comprobar su inocencia y devolver la daga a su lugar de origen antes de que caiga en manos equivocadas y desate una catástrofe.
Newell ha vuelto a explotar la fórmula de Harry Potter y la Orden del Fénix y El amor en los tiempos del cólera, sus dos últimas películas: una superproducción cuya fuente original tiene millones de adeptos y que guarda una historia de amor entre sus páginas. La gran diferencia es que no se está adaptando una novela, sino un videojuego de cuyo argumento sólo se conserva el título y la relación entre Dastan y la princesa.
Aparte de la dirección artística, el diseño del vestuario y la composición de una memorable banda sonora, los méritos de El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo se reducen a su promisorio arranque y al hecho de mostrar toda la sensualidad de Jake Gyllenhaal y Gemma Arterton para complacencia del público femenino y masculino, respectivamente. Y por eso, se desperdicia demasiado metraje en tomas de los cuerpos del dúo protagónico y en el sinfín de acrobacias en el aire, correrías por los techos y balanceos en cuanto palo se halle clavado en los muros, dando la sensación de no estar viendo una película sino ver jugar a un principiante que por momentos no sabe qué dirección tomar.
No hay actuaciones contundentes, aunque un irreconocible Alfred Molina pone su cuota de humor como un astuto evasor de impuestos. Los demás no sobresalen, ni siquiera Ben Kingsley, quien en su papel de villano luce desganado y aburrido. Los demás son personajes que parecen calcados de La Momia y su insoportable spin-off El Rey Escorpión, y por lo tanto ofrecen una aventura entretenida pero con resultados bastante predecibles.
Pese a sus falencias y lugares comunes, El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo se deja ver con una sonrisa que denota más simpatía que complacencia. Esta aventura, por lo pronto, tiene ya un destino: sobrevivir en la memoria el tiempo que dura una huella sobre la arena.
Mi calificación: 5.7 de 10
En este sentido, el promocionadísimo salto a la pantalla de El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo se salva de pertenecer a esa mayoría de videojuegos mal adaptados: si bien no es un esperpento tan odioso y de ingrata recordación como Street Fighter, no logra salir de la mediocridad en la que se ahoga, por ejemplo, la saga de Resident Evil.
La historia que nos trae Mike Newell se puede resumir de la siguiente manera. Dastan es un huérfano que el rey de Persia adopta cuando es testigo de un acto noble y valiente. De esa manera, el simple muchacho de las calles adquiere el título de "príncipe", aunque no tendrá las posibilidades de heredar el trono puesto que el rey tiene dos hijos de su propia sangre y un hermano manipulador. Años después, el ejército persa invadirá la ciudad sagrada de Alamut y tomará como prisionera a la princesa Tamina, quien aceptará casarse con el heredero del trono para rescatar una daga mística. Sin embargo, cuando el rey muere en un extraño incidente, Dastan será señalado como el culpable y, junto con Tamina, huirá del reino persa para comprobar su inocencia y devolver la daga a su lugar de origen antes de que caiga en manos equivocadas y desate una catástrofe.
Newell ha vuelto a explotar la fórmula de Harry Potter y la Orden del Fénix y El amor en los tiempos del cólera, sus dos últimas películas: una superproducción cuya fuente original tiene millones de adeptos y que guarda una historia de amor entre sus páginas. La gran diferencia es que no se está adaptando una novela, sino un videojuego de cuyo argumento sólo se conserva el título y la relación entre Dastan y la princesa.
Aparte de la dirección artística, el diseño del vestuario y la composición de una memorable banda sonora, los méritos de El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo se reducen a su promisorio arranque y al hecho de mostrar toda la sensualidad de Jake Gyllenhaal y Gemma Arterton para complacencia del público femenino y masculino, respectivamente. Y por eso, se desperdicia demasiado metraje en tomas de los cuerpos del dúo protagónico y en el sinfín de acrobacias en el aire, correrías por los techos y balanceos en cuanto palo se halle clavado en los muros, dando la sensación de no estar viendo una película sino ver jugar a un principiante que por momentos no sabe qué dirección tomar.
No hay actuaciones contundentes, aunque un irreconocible Alfred Molina pone su cuota de humor como un astuto evasor de impuestos. Los demás no sobresalen, ni siquiera Ben Kingsley, quien en su papel de villano luce desganado y aburrido. Los demás son personajes que parecen calcados de La Momia y su insoportable spin-off El Rey Escorpión, y por lo tanto ofrecen una aventura entretenida pero con resultados bastante predecibles.
Pese a sus falencias y lugares comunes, El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo se deja ver con una sonrisa que denota más simpatía que complacencia. Esta aventura, por lo pronto, tiene ya un destino: sobrevivir en la memoria el tiempo que dura una huella sobre la arena.
Mi calificación: 5.7 de 10
no me interesa 00ookk y agAN ALGO XIDO PA Q LE S INTERESE AALAS CHAVAS YA ALOS CHAVOS O00OOK
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